Hemos aprendido que la educación cristiana se diferencia de la secular, entre otras razones, por sus metas y propósitos. En la educación cristiana se busca identificar al estudiante con Dios, vincularlo con él. Como resultado de esa feliz asociación, el joven o señorita es objeto de transformación. Ya no es el mismo de antes, sino que piensa como Cristo, actúa como Cristo.
Sin embargo, hay un propósito que debemos destacar respecto de la educación cristiana, y tiene que ver con su alcance. Obtener educación en determinado nivel académico, sea primaria o secundaria, no sólo debe servir para sentar las bases del nivel superior. Tampoco servirá simplemente para mejorar la calidad de vida del educando. Eso es pensar demasiado estrechamente. La educación cristiana piensa más que en el beneficio del estudiante; piensa en la necesidad del mundo.
Los jóvenes y señoritas que van a nuestras escuelas adquieren conciencia de lo que será su misión en la vida. Esta misión implica manifestar a la sociedad el tipo de vida que caracteriza al cristiano feliz, la forma de pensamiento de alguien que teme a Dios, la clase de paz y esperanza que sostiene a una persona que sabe que está en las manos de Dios. Y al dejar que la luz de Cristo brille, nuestros estudiantes atraerán a otros hacia el Salvador para que aquellos gocen también de la vida eterna. Cuando Jesús reunió a sus discípulos, noten que no los llamó sólo para que estuvieran con él. El pasaje de Marcos 3:14 dice que el Maestro “llamó apóstoles para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar”. La formación espiritual iba encaminada tanto a la transformación como a la capacitación para la misión. Con nuestras escuelas no debe ser diferente.
¿Qué padre o madre cristianos no quisiera que sus hijos fueran ganadores de almas, que usen sus talentos y conocimientos no en hacerse ricos en la tierra sino ricos en los cielos, pensando en formas novedosas pero efectivas de llevar a feliz término la obra de Dios en la tierra? En las escuelas adventistas se siembran esas convicciones; en las escuelas adventistas se forman discípulos. No esperes más, busca una escuela adventista donde enviar a tus hijos. Así los colocarás al servicio del Maestro.
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