domingo, 16 de marzo de 2008

La parábola de los talentos y la educación cristiana -- 1

Uno de los pasajes más familiares para los miembros de la Iglesia Adventista es el que se encuentra en San Mateo 25:14-30, conocido como la parábola de los talentos. En este texto, el Señor Jesucristo, hacia el cierre de su ministerio en la tierra, llama la atención de los discípulos en particular y de los creyentes en general hacia la responsabilidad que todos tenemos de hacer algo por el reino de Dios. Ultimadamente, Dios no nos dejó en esta tierra sólo para esperar pasivamente su regreso. Este punto queda más claro en el pasaje paralelo, que se encuentra en Lucas 19:13, donde el señor de la hacienda les pide a sus siervos, “negociad entre tanto que vuelvo”. Mientras el dueño del dinero volvía, los mayordomos habían de hacer el mejor uso posible para incrementar las ganancias y agradar a su patrón.

Al respecto, se hace necesario aclarar con qué iban a negociar estos individuos. En San Lucas 19:13, que ya referimos anteriormente, se habla de minas; mientras que en San Mateo 25:15 habla de talentos. En realidad, se trataba de dinero; Mateo 25:14 dice claramente que el hombre de la historia les encargo sus bienes a los siervos. La palabra talento implicaba una fuerte suma de dinero en plata, aproximadamente 34 Kg., que bien podía abastecer para vivir 20 años. Es interesante que en la Nueva Versión Internacional este pasaje se haya traducido indicando que cada talento correspondía a mil monedas de oro. Así, el primero recibió cinco mil monedas, el segundo dos mil, y el tercero sólo mil monedas. Difícilmente los discípulos que oyeron esta parábola habrían visto tanto dinero junto. Probablemente ni siquiera Jesús lo había visto. Más que una cantidad precisa, el punto es dar a entender una fuerte suma, una cantidad inmensa de dinero.

Una de las posturas más conocidas interpreta los talentos como los capacidades o destrezas que hemos recibido de Dios para que, mediante su ejercicio, aceleremos su venida y hagamos crecer su reino en la tierra. Si bien este razonamiento es válido, me hago la pregunta, ¿qué es aquello que Dios valora tanto como para confiárnoslo y después pedirnos cuenta de ello? Bajo ese enfoque, la lista se alarga: el tiempo es un gran talento que hay que cultivar, el habla con que comunicamos la verdad es otro talento, la influencia que ejercemos sobre los demás es otro talento. Sin embargo, hay algo que es más valioso que estas cosas. Viéndolo desde la perspectiva de lo que vale para Dios, lo más caro y rico para el Señor son los seres humanos. Es precisamente por ellos que Jesús vino a este mundo oscuro de pecado a sufrir y morir. Tanto vale la humanidad que Dios dio a su Hijo para que todo el que crea en él sea salvo.

Esto significa que a todos los creyentes Dios nos ha dado una cantidad de seres humanos por quienes responder. Aquí entran nuestros miembros familiares, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros amigos. A unos nos ha dado más y a otros menos, pero todos tenemos personas en nuestro círculo social por las que Dios nos pedirá cuentas. Sin lugar a dudas, los más valiosos de esos seres humanos son nuestros hijos. ¿Cómo podemos cumplir con esta mayordomía de hacer productiva la riqueza humana que nos ha sido confiada? Una posibilidad es la educación cristiana puesto que multiplica las capacidades y destrezas de los jóvenes, haciéndolos aptos para el reino de Dios. Por lo tanto, al involucrarlos en las escuelas cristianas, estamos poniendo nuestros talentos a un plan de inversión que generará muchos intereses y cuantiosas ganancias para el reino celestial.

viernes, 14 de marzo de 2008

Los propósitos de la educación adventista -- 3


Hemos aprendido que la educación cristiana se diferencia de la secular, entre otras razones, por sus metas y propósitos. En la educación cristiana se busca identificar al estudiante con Dios, vincularlo con él. Como resultado de esa feliz asociación, el joven o señorita es objeto de transformación. Ya no es el mismo de antes, sino que piensa como Cristo, actúa como Cristo.

Sin embargo, hay un propósito que debemos destacar respecto de la educación cristiana, y tiene que ver con su alcance. Obtener educación en determinado nivel académico, sea primaria o secundaria, no sólo debe servir para sentar las bases del nivel superior. Tampoco servirá simplemente para mejorar la calidad de vida del educando. Eso es pensar demasiado estrechamente. La educación cristiana piensa más que en el beneficio del estudiante; piensa en la necesidad del mundo.

Los jóvenes y señoritas que van a nuestras escuelas adquieren conciencia de lo que será su misión en la vida. Esta misión implica manifestar a la sociedad el tipo de vida que caracteriza al cristiano feliz, la forma de pensamiento de alguien que teme a Dios, la clase de paz y esperanza que sostiene a una persona que sabe que está en las manos de Dios. Y al dejar que la luz de Cristo brille, nuestros estudiantes atraerán a otros hacia el Salvador para que aquellos gocen también de la vida eterna. Cuando Jesús reunió a sus discípulos, noten que no los llamó sólo para que estuvieran con él. El pasaje de Marcos 3:14 dice que el Maestro “llamó apóstoles para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar”. La formación espiritual iba encaminada tanto a la transformación como a la capacitación para la misión. Con nuestras escuelas no debe ser diferente.

¿Qué padre o madre cristianos no quisiera que sus hijos fueran ganadores de almas, que usen sus talentos y conocimientos no en hacerse ricos en la tierra sino ricos en los cielos, pensando en formas novedosas pero efectivas de llevar a feliz término la obra de Dios en la tierra? En las escuelas adventistas se siembran esas convicciones; en las escuelas adventistas se forman discípulos. No esperes más, busca una escuela adventista donde enviar a tus hijos. Así los colocarás al servicio del Maestro.

Los propósitos de la educación adventista -- 2

En nuestro comentario anterior dijimos que el primer propósito de la educación cristiana, en atención al modelo de Jesús, es vincular al estudiante con Dios. Los profesores cristianos no sólo imparten instrucción guiados por los planes y programas de estudios oficiales, sino que tratan de que el estudiante sea como Jesús mediante el acercamiento personal y la devoción. Al exaltar al Cristo crucificado, el magnetismo del amor de Dios atrae los corazones de los jóvenes y señoritas a Jesús (Juan 12:32) y surge el deseo de ser como él. Como el mismo Jesús dijo, “al discípulo le basta ser como su maestro, y al siervo como su señor” (Mateo 10:25).

Hablemos un poco más de esta parte tan importante de la educación cristiana: la transformación. La realidad en esta tierra es que nuestras vidas están manchadas por el mortífero virus del pecado. Nuestros pensamientos y acciones se han apartado de Dios para centrarse en nosotros mismos, un curso de acción que nos lleva inexorablemente a la destrucción. Pero Jesús vino para anular esta mortífera orientación, vino “para darnos vida, y vida en abundancia” (Juan 10:10). Los jóvenes y señoritas que asisten a nuestras escuelas necesitan nacer de nuevo. La Biblia llama a ese proceso de varias formas, pero me gusta pensar en ello como “la conversión”. Convertirse según el pensamiento bíblico es "darse vuelta", "girar hacia atrás", "volverse a". En este caso, nos volvemos del rumbo pecaminoso que llevábamos para ahora volver a Dios.

Al volvernos a Dios, los primeros cambios empiezan a verse en los pensamientos. Ya no pensamos de Dios ni de nosotros como pensábamos antes. Ahora nuestro enfoque es cristiano. San Pablo dice que los cristianos tenemos “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16). En nuestra vida cotidiana, lo que ocupa nuestra mente ya no es lo mundanal sino lo que nos acerca a Dios (Romanos 8:5), “las cosas de arriba” (Colosenses 3:1, 2). Pero aún hay más, un individuo renovado por Dios es alguien que enfoca las cosas de manera totalmente diferente que las personas mundanas. Se trata de un individuo que interpreta las ideas y la realidad como procedería Cristo. En un mundo como el nuestro, tan confundido por la falsedad, el cristiano toma la Biblia y mediante ella discierne el error, condena la mentira y se aparta del camino equivocado.

Muy pronto, este enfoque cristiano de la vida confiere al ser una experiencia de paz y esperanza. Siendo que la forma de vivir y andar en este mundo ha demostrado ser desdichada, los jóvenes y señoritas cristianos se proponen exaltar con una elevada los principios de la ley de Dios, la ley “de la libertad” (Santiago 2:12). Ser como Jesús, entonces, no se reduce a una experiencia de la mente sino de la vida entera. Y estos profundos procesos de formación espiritual no pueden estimularse en un ambiente que no es cristiano, porque “¿quién sacará algo limpio de lo impuro? ¡Nadie!” (Job 14:4). Los maestros no cristianos forman estudiantes no cristianos, no importa a qué nivel académico pertenezcan. Pero las escuelas adventistas sí pueden formar niños y jóvenes cristianos porque allí se teme a Dios. Por eso, les animo a considerar seriamente el enviar a sus hijos a las escuelas adventistas.

Los propósitos de la educación adventista -- 1


La Iglesia Adventista del Séptimo Día en el territorio de la Unión del Sur de México cuenta con cuarenta planteles educativos distribuidos en siete asociaciones y misiones, de los cuales tres ofrecen estudios a nivel superior y treinta y siete en los niveles medio y básico. En estos centros escolares laboran cerca de novecientos profesores y, para sostener tal número de escuelas, la iglesia invierte anualmente millones de pesos. ¿Por qué tanta inversión de recursos humanos y financieros en las escuelas? Y, tal vez más importante aún, ¿vale la pena semejante inversión?

Para poder responder a estas preguntas es necesario hacer una reflexión respecto de nuestra filosofía educativa. De antemano comento con gusto que contamos con sobradas razones para sostener tamaño aparato educativo. En estos diez minutos, presentaré a ustedes una de esas razones, y en los meses de mayo y junio daré a conocer las siguientes dos.

Todas las escuelas y programas académicos que se precien de ser organizados cuentan con un modelo educativo. Es decir, una visión conjunta de cómo se entiende la teoría y la práctica educativas y que guía los procesos institucionales. Los educadores cristianos basamos nuestro modelo educativo en el gran Maestro, Cristo Jesús. En el Nuevo Testamento vemos al Señor Jesucristo estableciendo una escuela; tal vez no tan estructurada como las que hoy conocemos, pero con todos los elementos necesarios para funcionar eficazmente. Él llamó a doce hombres y los hizo sus discípulos, con quienes desarrolló un proceso de formación espiritual.

En el Evangelio según San Marcos leemos: “Y estableció a doce, para que estuvieran con él” (3:14). Nótese que Jesús trajo a sus discípulos hacia sí precisamente para que lo siguieran, para que lo acompañaran a dondequiera que fuera. Por lo que el primer propósito de la educación cristiana es vincular a los estudiantes con Jesús, el Maestro. Desde luego, al ver a Jesús en acción, el deseo de imitarlo y de ser como él es irresistible.

La Iglesia Adventista tiene escuelas para que los niños y niñas conozcan a Dios, anden con él y se vinculen con él. Esta tarea se realiza mediante profesoras y profesores consagrados a Dios quienes, a su vez, buscan formas efectivas para lograrlo. Por ejemplo, en nuestras escuelas se elevan cantos cristianos, hay grupos de oración, se escuchan reflexiones bíblicas en las aulas, se practican proyectos de servicio y testificación en la comunidad, entre otros. ¡Qué confianza para los padres adventistas entregar a sus hijos a mujeres y hombres que, como ellos, buscarán todo medio posible de conectar a sus hijos con Jesús! Aprovechemos, pues, ese gran apoyo para la formación espiritual de nuestra juventud.

jueves, 13 de marzo de 2008

Valuegenesis -- Metodología

Uno de los propósitos de la investigación educativa es generar conocimientos que ayuden a entender y resolver los problemas ligados a la educación. La Iglesia Adventista ha mostrado interés en entender la forma en que la exposición a la cultura popular afecta y, finalmente, debilita el lazo entre los jóvenes y Dios. Por ello, desde 1989 se puso en marcha el Proyecto Afirmación, para impulsar el estudio de investigación Valuegenesis 1 que se concentra en la fe, valores y compromisos de la juventud adventista en Norteamérica. La realización de este proyecto de investigación fue depositada en manos del Centro John Hancock para el Ministerio Juvenil y Familiar, en la Universidad La Sierra.

Este estudio incluyó más de 12,000 sujetos en 1990 de Estados Unidos y Canadá, de los cuales más del 40% representaban diversos grupo étnicos. Posteriormente, en 2001 (Valuegenesis 2), se hizo una nueva recolección de datos con más de 18,000 individuos, donde más del 49% representan grupos multiculturales. Los sujetos para ambas etapas del estudio provienen de los grados 6 a 12. Es importante destacar también que los grupos de sujetos seleccionados representan generaciones diferentes, cuyos perfiles permiten entender mejor la composición y naturaleza social de dichos grupos de edad, así como también las diferencias entre ellos respecto de su fe y lealtad a Dios.

Cabe destacar que hubo un intento interesante de valorar la experiencia espiritual de jóvenes adventistas de otras partes del mundo. Se sabe de una recolección de datos similar a la de Valuegenesis 1 realizada con una muestra de estudiantes adventistas de Puerto Rico, así como otra realizada en México. Más recientemente, se recogieron datos de una muestra de estudiantes adventistas de diversas partes de Europa. Los análisis de los datos y publicación de resultados de estas últimas muestras no han tenido tanta difusión como aquellos realizados en Estados Unidos y Canadá.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Valuegenesis -- Introducción

Vamos a iniciar una serie de comentarios sobre uno de los estudios de investigación más importantes que la Iglesia Adventista ha hecho en el campo de la educación. El Proyecto Afirmación: Valuegenesis fue un estudio de la juventud adventista que inició en 1989 en Norteamérica y que marcó un hito en la invesigación educativa en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ha sido, sin lugar a dudas, el estudio más grande y abarcante que se ha practicado a la juventud adventista. La idea era evaluar la fe y los valores de los jóvenes en el contexto de las instituciones que tienen la mayor influencia sobre ellos: la familia, la escuela, y la iglesia. Gracias a este estudio fue posible identificar en estos campos lo que produce una fe madura y favorece el desarrollo de valores positivos. El impacto de este estudio puso en acción toda una serie de eventos--ciclos de conferencias, grupos focales que discutieron formas de llevar la visión a la acción, nuevas inquietudes, actitudes, programas de capacitación, prioridades en el hogar y la escuela, y publicaciones--que resultaron en formas más efectivas de ayudar a la juventud hacia un vida de dedicación y lealtad la Iglesia Adventista.

En nuestras próximas entradas, hablaré un poco de la metodología seguida en este singular estudio de investigación y los principales aportes que ha traído para la educación
religiosa, en general, y adventista, en particular.

martes, 11 de marzo de 2008

La levadura de los profesores

En Mateo 16:6, Jesús advierte a sus discípulos: "Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos". Más tarde, en el versículo 12, Mateo interpreta estas palabras diciendo que dicha levadura se refería a "la doctrina de los fariseos y los saduceos".

Efectivamente, los fariseos y saduceos eran líderes religiosos; pero también eran maestros. Como tales, ellos ejercían una influencia muy poderosa sobre los demás. La educación debe reconocer el papel de los profesores y la influencia que ellos tienen sobre los estudiantes. Y esto es aplicable a todo tipo de educación, cristiana y secular.

La levadura o influencia de un maestro se echa de ver en varios campos. Por ejemplo, su actitud hacia la vida. Los fariseos eran conocidos por su gran egolatría. Tenemos el caso de aquel fariseo que oraba así: "Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, ni aún como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano" (Lucas 18:11, 12). Cuando un individuo se siente así de grande, dueño del mundo, pronto llegará al punto en que repudiará a los demás. En el caso de los fariseos, hubo un momento en que no pudieron tolerar más y tuvieron que matar a Jesús. Sus ideas y convicciones no aceptaban sacrificio alguno, lo cual es muy peligroso.

A más de sus actitudes, un maestro también tiene creencias que compartir con sus estudiantes. Algunas veces, esas creencias están equivocadas. Los fariseos y saduceos tenían las suyas. Recordemos cuando le plantearon a Jesús la trampa de la resurrección. A una mujer se le había muerto el marido, y todos los hermanos que la tuvieron por esposa también murieron. Al final, en el cielo, ¿de quién será esposa? Jesús les dijo: "Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios" (Mateo 22:29). La base para la sana doctrina es la Palabra de Dios, y cuando las Escrituras son ignoradas, el error no se hace esperar.

Los creyentes cristianos deben seleccionar una escuela pensando más bien en los profesores que en las instalaciones. La escuela puede tener un aspecto bello, pero si la influencia que ejercerán esos maestros no afirmará las convicciones cristianas de los estudiantes, el riesgo es muy alto. A la vez, aunque la escuela sea sencilla, pero si los profesores aman a Dios, la formación será recta y la fidelidad de los niños y niñas está más afirmada.